Ya que el Mar Muerto no permite pescar y que la mayoría de los puertos
quedan fuera del alcance de los pescadores autóctonos, el Mar de Galilea,
también Tiberiades, es su lugar de brega. En este entorno ponen los Evangelios
buena parte de la actividad de Jesús, con centro principal en Cafarnaúm. Simón
(que Cristo apodó como Pedro) y sus compañeros se dedicaban a la pesca. El lago
es trabajo ordinario. Juan, el último de los escritores canónicos, sitúa en
este enclave la experiencia del resucitado. Nos habla, pues, de una experiencia
en lo cotidiano. Añade, además, la noche (la oscuridad) y el fracaso en la
tarea (“no pescaron nada”), para situarnos en el ambiente del sepulcro y el
final, aparentemente inevitable, del movimiento de Jesús. Pero en lo cotidiano
del trabajo, se plantea una pregunta (“Simón de Juan, ¿me amas?”) y una tarea:
el cuidado.
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