Que la teología vive tiempos de especial indigencia es el punto de partida de la reflexión de Caamaño en Razón y Fe de abril de 2019. Achaca la vulnerabilidad a la debilidad sociológica del sujeto colectivo de la razón teológica y a una cultura ambiental de la superficialidad y el cientismo. Esa que asegura que la ciencia y la tecnología son el principal agente de felicidad. Mantiene, sin embargo, la pertinencia del pensamiento teológico dada la relevancia de su objeto: la cuestión de Dios. Leo en El País, 25 de abril 2019, al autor que sostiene: “Dios no nos creó. Nosotros creamos a Dios”. Parece que Dios sigue vivo, a veces como objeto de discusión, más allá de las notas débiles de las instituciones religiosas. La teología se hace más necesaria cuando retroceden las iglesias y su carga normativa. Es el antídoto frente a todos los fundamentalismos emocionantes. Aunque Dios sea racionalmente inabarcable, si no damos razón de nuestra fe, campea a sus anchas el fantasma del fundamentalismo.
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