Nace como Anne Louis y, tras su matrimonio, Madame de Staël (De
Martino y Bruzzese, “Las filósofas…”, 1994). Transita de la ilustración hacia
el romanticismo. La filosofía es un pensar moral que nace de la melancolía. La
melancolía a su vez proviene de la realidad finita de un alma que añora la
eternidad. La buena filosofía es narrativa y la buena literatura es filosofía.
Sin los límites no hay filosofía ni literatura. Dos siglos después, Byung-Chul
Han (“La sociedad del cansancio”, 2010), insiste en que sin el momento del no,
se hace imposible la belleza y la ética. De Staël atribuye a la religión y a la
esperanza el poder de deprimir a la filosofía o a la literatura. Es como si la
fe religiosa fuera un sí de plenitud y luz que oscureciera la sospecha, la
búsqueda, la indagación y la frustración. ¿Acaso la experiencia religiosa del
resucitado disuelve la cruz? Viene con heridas.
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