Saint-Simon publica “El nuevo cristianismo” y nace el socialismo
romántico. Todavía no se habla de socialismo científico. El feminismo navega en
esos tiempos de la mano de las propuestas no conservadoras. Lucretia Coffin Mot
(“Las filósofas”, 1999), cuáquera, lidera las luchas contra la esclavitud, el
derecho al voto de las mujeres y la paz. Va de la mano de las sufragistas.
Mientras tanto, en la Francia de los 30, el hombre se va a la fábrica, el proletariado crece y disuelve la familia.
Flora Tristán se aleja de los socialistas románticos y quiere mirar la realidad
desde las víctimas. Dos siglos después, el socialismo político mira desde la
burguesía progresista como modo de acceso a mayorías de gobierno. El feminismo
oscila entre lo cultural educativo (normas que apuntalan sus valores) y el
liberalismo (ausencia de regulaciones sobre género). Es difícil mirar desde las
víctimas.
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