La existencia de grupos fanáticos o fundamentalistas que invocan a Dios como justificante de su acción violenta dio lugar a la reflexión casi irónica de Gilles Kepel con el título de “La venganza de Dios” en 1989 en Francia. El poderío de la justificación religiosa no apunta, sin embargo, a la hondura de una verdadera teología y menos a la ira de Dios (Sloterdijk, “Ira y tiempo”, 2005). Dios, a juicio de este autor, no es el asunto del que se habla y, por tanto, tampoco de las notas que lo describen. Dios sería, más bien, la excusa para las respuestas violentas al conflicto identitario y social en curso. Probablemente, sin embargo, es desmesurado concluir que no hay noticias de Dios, o que Dios no es el asunto de la vida y la historia de muchas personas. Ni siquiera parece que sea razonable concluir que de Dios no se puede pensar y, mucho menos, hablar. Quizás se pueda dar la vuelta al argumento: la violencia fanática es la excusa que se da mucha gente para explicar el Misterio que nuestra tradición llama Dios.
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