Además de las personas muertas, el actual sistema
de migración y refugio de Europa tiene algunos tintes negros: menores perdidos,
mafias enriquecidas, mujeres violadas, economía sumergida (Naïr, “Refugiados”,
2016). Además, la ruptura de la identidad europea, aquella que también tiene
sus raíces en la modernidad y se concreta políticamente en el estado social y
de derecho. Se pierde la identidad cuando se identifica a migrantes con
terroristas, se deja de respetar el derecho internacional y se desentiende del
derecho de las personas refugiadas. Dice el Evangelio: “Nada que viene de fuera
corrompe el corazón humano”. Nuestra Europa se pierde no por la llegada de
musulmanes inmigrantes, sino por la falta de respeto a su propio derecho y a la
ausencia de un proyecto eficiente de acogida e inclusión social (a nativos y a
nuevos residentes).
No hay comentarios:
Publicar un comentario