En el
Renacimiento, el humanismo es recuperación de la cultura clásica. Tras el giro
antropológico, muestra cierta centralidad de lo humano en lo ético, social,
político o religioso. En dos frentes al menos, el humanismo incumple sus
promesas: el deterioro humano de lo no humano (crisis ecológica) y la
prevalencia legal de la ciudadanía y el individuo. La actual vida líquida
(Bauman) occidental recorta derechos y atribuye a los otras personas no ciudadanas la
causa de los males sociales. Así, los derechos son no de humanidad, sino de
ciudadanía, y esta se atiene a los individuos. Francisco, por su parte, muestra
que lo social y lo medioambiental son una sola crisis (“Laudato Si’”, 2015). La
reacción antihumanista, con problemas evidentes de rigor y extensión, apunta,
no obstante, a ambos problemas: la primacía de lo humano se concreta como
expolio depredador y etnocentrismo ciudadano.
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