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miércoles, 19 de junio de 2019

Diversidad y asombro

Nuestras vidas están llenas de diversidad. Como anuncian los clásicos, la filosofía comienza con el asombro. La diversidad provoca asombro, perplejidad, desconcierto. Diferencias culturales, psicológicas, biológicas, étnicas… que se concretan en la vida cotidiana en modos de pensar diversos, diferentes maneras de entender la vida, la misión, la tarea. Las diferentes posiciones políticas reflejan una sociedad que se siente mucho más diversa de lo que las instituciones, normalmente, pueden encausar. Diferencia en los intereses y en los gustos. En ocasiones, esto provoca un efecto comunitarista: el retorno a los míos, a sus valores de siempre, a los lugares sagrados e intocables. La diversidad -que seguirá presente incluso en los contextos más uniformados- puede provocar ruptura, división, alejamiento. En términos morales, egoísmo. En términos teológicos, pecado. Pero esa misma diversidad, integrada (más allá de Babel) es ocasión para el asombro, la admiración, la filosofía.

lunes, 14 de mayo de 2018

Humanismo


En el Renacimiento, el humanismo es recuperación de la cultura clásica. Tras el giro antropológico, muestra cierta centralidad de lo humano en lo ético, social, político o religioso. En dos frentes al menos, el humanismo incumple sus promesas: el deterioro humano de lo no humano (crisis ecológica) y la prevalencia legal de la ciudadanía y el individuo. La actual vida líquida (Bauman) occidental recorta derechos y atribuye a los otras personas no ciudadanas la causa de los males sociales. Así, los derechos son no de humanidad, sino de ciudadanía, y esta se atiene a los individuos. Francisco, por su parte, muestra que lo social y lo medioambiental son una sola crisis (“Laudato Si’”, 2015). La reacción antihumanista, con problemas evidentes de rigor y extensión, apunta, no obstante, a ambos problemas: la primacía de lo humano se concreta como expolio depredador y etnocentrismo ciudadano.