jueves, 1 de noviembre de 2018

Borja y las flores


En el templo hay una imagen barroca de Francisco de Borja. El vuelo y la complejidad del ropaje, el gesto de una mano que sostiene la calavera y un rostro sereno hablan. Recoge Eco (“De la estupidez a la locura”, 2016) la reflexión de Bettetini sobre las imágenes y la iconoclasia. Apunta, con San Bernardo, que tanta belleza de manos del artista pudiera hacer olvidar la de Aquel que sería Origen. La memoria del jesuita, que se desembarazara de los negocios y la pompa de la corte del emperador Carlos, llega con un cráneo en su mano, una mirada consciente y una palabra que no dice pero sugiere: “No he de servir a Señor alguno que se pueda morir”. La imagen es un recuerdo… pero un abogado amigo, de vez en cuando, añade flores a su altar. Y cada tres de octubre, en modo quizás excesivamente ritual, una oración nos convoca en torno a su nombre.

1 comentario:

  1. Es una imagen bellisima...hiperrealista...es una joya del patrimonio escultórico en Canarias...
    Manifiesta la humanidad sublime de un seguidor de Jesús...

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