Señala
Beorlegi, profesor en Deusto, que si hasta ahora la evolución de las especies
ha sido encargo natural, en adelante cabe una evolución inducida por el ser
humano (“El futuro del ser humano”, Razón y Fe, enero 2018). Las
“antropotecnias” permiten ya realizar la distopía que Huxley ve en “Un mundo
feliz” (1932). Los avances sirven ya para fines terapéuticos que son
difícilmente discutibles desde la ética. También se investiga en líneas como la
clonación humana, la potenciación intelectual e, incluso, el alargamiento indefinido
de la vida, actuaciones que parecen ir más allá de lo que biológicamente hemos
entendido como humano. Es evidente que la reflexión ética y política está inmadura. También queda la sospecha de la incapacidad ética para orientar los
procesos científicos. No en vano arrastramos la memoria de Galileo y Hiroshima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario