La
moderna publicidad provoca atmósferas donde respondemos a los estímulos y
creemos que conservamos la libertad. “La vileza y la infancia consisten en la
incapacidad de oponer resistencia al impulso”, señala Byung-Chul Han que cita
“El ocaso de los dioses” de Nietzsche. Por eso, la hiperactividad, la
multitarea, la capacidad de responder más rápido no es un signo de libertad:
nos hacemos así hiperpasivos: incapaces de decir no ante lo que es la moda, lo
que reclama la multitud, la autoexplotación o la corriente que fluye. De hecho, Byung-Chul observa que un ordenador
no tiene dudas, ni espacios de no, ni momentos de parada. Sin la parada, sin la
duda, sin el no, la creatividad no es posible: “A pesar de su enorme capacidad
de cálculo, el ordenador es estúpido porque le falta la capacidad de
vacilación”. Y hoy quizás lo imitamos.
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