domingo, 9 de septiembre de 2018

Ciencia y guerra

En 1939, Hitler invade Polonia. La lógica guerrera pone a los científicos en cada bando. Se pierde la oportunidad de un consenso de límites éticos de la investigación nuclear (Dyson, “El científico…”, 2006). Unos meses antes, al descubrir la fisión, en Washington los físicos discuten sobre la gloria del podio. Contrapone Dyson a la ciencia biológica que, en 1975, tras el descubrimiento del ADN, organiza la conferencia de Asilomar que propone las normas éticas que imperan en la investigación. No pasa en 1939 con Heissemberg y Openheimer. En Los Álamos se da una carrera contra la física alemana que continúa incluso con Alemania derrotada. Sólo Roblat (Varsovia, 1908 / Londres, 2005) abandona el proyecto y en 1995 recibe el Nobel de la Paz. Pero el mundo tiene Hiroshima, Nagazaki y tantas ojivas nucleares como para borrar la vida de la faz de la Tierra.

1 comentario:

  1. No podemos luchar contra gigantes intangibles a nuestras manos. Y no nos interesa. Detrás de los Gobiernos hay luchas carentes de humanismo casi en su totalidad. Y esto no nos interesa, pues somos humanos, individuos de espíritu, que con voluntad podemos tocar la paz, la libertad.
    Un sólo hombre puede hacer reflexionar a millones, y cambiar cómo la humanidad hace las cosas.

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