El anuncio del final de los grandes relatos en “La condición
postmoderna” (1979) de Lyotard propone
la instalación en los pequeños relatos, fragmentados, en el cada día. Si Hegel
lee la historia convencido de que en ella se realiza el Espíritu, si Marx la ve
como un camino inexorable hacia la
sociedad comunista, si Teilhard de Chardin la entiende como una línea cósmico
entre el Alfa y el Omega (Cristo)… Ahora sería sólo una narración propia para
cada momento, provisional, efímera, en cada lugar, sin universalismos ni
dirección. Lo cierto es que está de moda la Historia. En ella buscamos
explicaciones y consuelos para nuestra actuaciones o ejemplos y modelos con los
que interpretar nuestro presente. “Se
dice que el fundador de China, el emperador Qin, destruyó todos los documentos
anteriores (…) y escribió su propia historia” (MacMillan, 2009).
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