¿Por qué no nos comprendemos? Esa pasa a ser la
pregunta que se hace Rorty a partir de 1961. Trata de comprender por qué los
filósofos se entienden tan poco unos con otros. Es que tanto los analíticos
(Carnap, que no reconoce sentido alguno al lenguaje metafísico) como los
racionalistas (Popper, que cree en la
deducción y la refutabilidad de las teorías) tienen un Dios incompatible con el
politeísmo de saberes. En su recorrido, magníficamente relatado por Del
Castillo (“Rorty y el giro pragmático”, 2015), Rorty aprende con Kühn (las
teorías científicas cambian sin motivos científicos) y Feyerabend (más que
investigación debemos promover la proliferación de las teorías). Pero en “La
filosofía y el espejo de la naturaleza”, Rorty se cruza con Gadamer: la
investigación debe ser sustituida por la conversación. ¿El campo de las
incertezas?
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