Cargamos con una realidad: la sociedad plural. Es una “carga” y como tal
lo viven personas que añoran su puesto claro en una sociedad suficientemente
homogénea y definida. Por eso, o nos encargamos correctamente de la pluralidad
o, en vez de un pluralismo sano que valora la diversidad, nos encontraremos con
la competencia de intereses o con la no convivencia real que añora cierto
comunitarismo, el de la sociedad multicultural. Se trata de un
multiculturalismo que “separa, es agresivo e intolerante” (Sartori). Si el
pluralismo respeta y valora positivamente la diversidad, el multiculturalismo
lo niega: asume lo plural para generar espacios enfrentados o, en todo caso,
coexistentes. La multiculturalidad
parece consagrar el “choque de civilizaciones” a escala de ciudad. ¿Nos podemos
encargar de esta realidad sin devenir en la sociedad líquida?
Todo comenzó con un rumor: vive
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