“Dios es amor”, señala San Juan. Erich Fromm, en El arte de amar, apunta a que el amor es una tarea que se puede
aprender. No depende tanto del “objeto” de ese amor (la otra persona y sus
múltiples cualidades), sino de la competencia para amar (el cultivo paciente de
las cualidades que nos hacen capaces de amar). Loyola propone que el amor es un
movimiento recíproco entre el amado y el amante. En su mirada, siempre hay un
don de gratuidad inicial: Quien me Ama me da todo y hasta me hace capaz de
responder en Amor. Levinas nos advierte del error de pensar desde el objeto o desde el sujeto: el
dinamismo humanizador es pensar hacia lo Otro, la
otredad; nos hace responsables. En “Elogio del amor” (Badiou, 2009) se nos dice que no hay amor
“riesgo cero”, por más que Meetic lo use como gancho publicitario.
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