“Se puede
morir de éxito”. El triunfo es optimizarse para dar de sí lo mejor. Ahí, la
distancia con el producto de mi trabajo desaparece. La explotación es
auto-explotación. Byung-Chul, (“La expulsión de lo distinto” 2016) insiste: si
no está lo otro, tampoco yo. Me hago mi producto sin dolor, sin explotación
aparente, sin opresión. Al final, mi optimización me conduce a la depresión. De
tanto optimizarme, dejo de sentir mi cuerpo. Hay en Loyola una sospecha sobre
el ángel de luz: no todo éxito, no todo “no dolor”, no toda consolación, no
todo “me gusta”, no todo “lo pulido” es belleza y consuelo verdadero. No toda
entrega a la visión institucional es crecimiento. Loyola apunta: hace falta un
éxodo de sí mismo en el “alabar, hacer reverencia y servir”. Si me optimizo,
desaparezco. Si expulso al Otro, yo soy todo. Si soy mi producto, no soy.
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