Amar supone encuentro. Es el inicio. Sin dos, no hay amor. Dos es
diferencia. Sin diferencia no hay amor. El acontecimiento del encuentro se da
en la diferencia. Para Fromm, es tan poderoso el encuentro que conlleva engaño:
se confunde con el amor. Enamorarse no es amar, dirá Fromm. Badiou (“Elogio del
amor”, 2009) muestra el encuentro como milagro. Es tremendo. La diferencia
libera energía en el encuentro. Pero el encuentro es todavía del mundo del Uno,
no del Dos. El encuentro es la mirada, la entrega, el goce del uno. Desde el
encuentro, que podría consumarse y consumirse en la misma operación, el Dos
emerge para construir. La diferencia que construye es el mundo del Dos.
Entonces, el amor no es un recubrimiento del sexo, sino una construcción para
la que también trabaja el sexo. Amar hoy supone ir contra la corriente del
dominio cultural del yo.
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