En la
Córdoba del s. XII, Ibn Rusd (Averroes) escribe: “Sabemos que la mujer, en
tanto que semejante al varón, debe participar necesariamente del fin último del
hombre…”. Asegura que la naturaleza humana es una para hombre y mujer y, por
tanto, sostiene que “…las mujeres deben realizar las mismas labores que el
varón”. Parte de la experiencia cotidiana y subraya casos concretos: “…cuando
algunas mujeres han sido bien educadas y poseen disposiciones sobresalientes,
no ha resultado imposible que lleguen a ser filósofos y gobernantes”. Incluso
observa cómo la pobreza que acecha a muchas sociedades tiene que ver con el
hecho de que “se desconocen las habilidades de las mujeres, porque en ella solo
se utilizan para la procreación”. Averroes es un fiel musulmán, escritor en
árabe, y uno de los más influyentes en los orígenes de la moderna Europa.
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