La vida líquida, el continuo fluir, no sólo quita suelo a
toda pretensión de permanencia, sino que, además, va rápido. Por eso, el temor principal que toca a todo ser humano
de nuestra civilización es el miedo a quedar obsoleto (Bauman). Lo obsoleto es
descartable. La respuestas son múltiples: determinar cuáles son los nuestros,
de los que no defendernos (al menos provisionalmente), esforzarnos en excluir a
quienes podrían mover nuestra silla y, sobre todo, acelerar, ir más rápido
(Byung-Chul Han, “La sociedad del cansancio”, 2010). La adecuación a los
cambios exige un ritmo cada vez más rápido. Las TIC no suponen más tiempo para
el descanso, sino el aumento de la productividad: hacer más en menos tiempo, ir
más rápido. ¿Cómo hacer de la tecnología empoderamiento y participación? Loyola
pide: personas capaces de mortificación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario