La tribu
identifica territorio y cultura. Nada se cuestiona. Hace invisible cualquier
alternativa. Es “la más plena manifestación de la idea de pertenencia” (Bauman,
“En busca…”, 1999). La modernidad excluye a la tribu. La nación, en un mundo
complejo, necesita una ideología: el nacionalismo. Es una ideología que oculta
parte de la realidad para asegurar la pertenencia en un mundo cada vez más
global. La democracia es contradictoria con la nación, porque precisamente
desafía toda pertenencia heredada. Si la nación triunfa, la democracia
desaparece exigida por la demanda de comunión que reivindica la nación. El
estado de la nación tiende al totalitarismo. En la nación no hay ciudadanía,
sino connacionales. El estado sin nación, tiende a la democracia, pero
huérfanos de pertenencia. Esa orfandad la ocupan los nacionalismos.
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