domingo, 21 de enero de 2018

Cuestión de Temperamento


Insiste Eagleton en que optimismo no es amigo de la esperanza (“Esperanza sin optimismo”, 2015).  Karl Marx no era optimista y, sin embargo, creía que el mundo acabaría por mejorar –en su visión, la mejora es la sociedad comunista, fruto de la lucha y la revolución del proletariado-. El Cristo de los Evangelios canónicos no es optimista, su visión del Reino de Dios convive con los dolores de parto del mundo (visión paulina), donde la violencia y la cruz forman parte del camino. El optimismo social sirve para generar estabilidad política y aumentar el consumo. Por eso, Fukujama, que sí es optimista: entiende que la historia por venir es sólo una ampliación nada novedosa de lo ya conseguido con la caída del muro de Berlín: la expansión tranquila de la democracia y la economía de mercado. “Es cuestión de temperamento, no de realidad”, concluye Eagleton.

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