Eagleton dedica el primer capítulo de su libro (“Esperanza sin optimismo”, 2015) a mostrar lo que denomina optimismo banal. Lo hay puramente sentimental o emotivo, que imagina que todo saldrá bien sólo porque siempre siente que todo debe salir bien; sin más razones. Hay también un optimismo racional que encuentra siempre motivos que justifican su teoría de la bondad de todo lo que acontece. El caso Leibniz es, a juicio de Eagleton, el de un optimismo metafísico: vivimos en el mejor de los mundos posibles. Esa postura merecerá la respuesta del “Cándido” de Voltaire. Eagleton repasa otros casos. Su análisis del optimismo vacío presenta también la ideología del progreso (la humanidad siempre progresa hacia un mundo feliz) que se sostiene ignorando las heridas y que puede ser coherente con esa cultura que globaliza la superficialidad.
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