Los padres de la revolución americana son ilustrados.
Plasman en la declaración de independencia los ideales de las luces. Pero su
revolución cuenta con el movimiento cristiano del “Gran Despertar (1750)”: predica conversión y redención, rompe las
iglesias y da significado espiritual a la palabra “libertad”. Señala Armstrong
que las trasformaciones sociales necesitan, con frecuencia, un doble ethos: el
del progreso/razón y el de la mítica/espiritualidad. La lógica de la
guerra (la que establece la necesidad de
un estado propio en la lucha de intereses en juego) se alía con la lógica del
retorno a la fe y la instauración en la tierra del Reino de Dios. Pero siempre
que se proclama el Reino y se lucha por él, finalmente acontece la Institución; y deja, una vez más, el regusto del incumplimiento del segundo mandamiento: no
usarás el nombre de Dios en vano.
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