Acaba Levinas rompiendo con el modo previo de hacer filosofía. No
pretende ser una alternativa original dentro de la pretensión de conceptualizar
la experiencia. Ni quiere hacer una nueva y única metafísica del ser. No
insinúa que hay otro modo de comprender el ser. Más bien busca un modo que
difiere del ser. ¿Quizá un “haber”? Es por eso que su decir se vuelve
extremadamente exigente para el lector, porque no quiere decir el ser ni
conceptualizar el ser ni proponer otro modo de ser. Por eso emprende caminos
inéditos para el lenguaje filosófico y quisiera afrontar lo que hay que es
irreductible al concepto. Apunta Levinas a los límites de nuestro conocer (ese
que quiere comprender lo real). Es como el niño de la playa de Hipona al sabio
Agustín: “Es más fácil meter el agua del mar en este agujero”… que
conceptualizar lo que hay.
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