La
filosofía es paso del mito al logos. Lo situamos en el entorno de los
presocráticos de la antigua Grecia. Sin embargo, como hace notar Nietzsche en
“El origen de la tragedia”, con la filosofía convive el oráculo de Delfos y los
ritos de Dionisos. El esfuerzo de racionalidad tiene límites. Se habla de
inteligencias múltiples y hace medio siglo lo expresó poéticamente Saint
Exupery: “El corazón tiene razones que la razón no entiende”. Aceptamos que
nuestros sentidos funcionan con unas reglas que dejan fuera una parte
importantísima de la realidad. Reconocemos patrones, dice la neurociencia. Los
principios de la lógica suponen siempre un conocer tematizable y acotado en
proposiciones o predicados. Algo no encaja. Sin embargo, la pura apelación al
irracionalismo, por incluir lo dejado fuera, expulsa también mucho.
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