Que el mundo es cosmos (orden) y no caos viene de Grecia
(verdad es que cierta tradición bíblica colabora: al principio era un caos,
pero el Espíritu aleteaba sobre las aguas). Los griegos y su orden, sin
embargo, tienen a Dionisos, que apunta hacia el gozo y el éxtasis, pero
también a contradicción y desorden. Nietzsche ve en esta divinidad helena la
mejor versión de lo real, lejos de la metafísica y el idealismo alemán. La
verdad es que somos nada. Nietzsche asume la conclusión de la tragedia griega
(“…un ayer que pasó”, dice la Biblia). Levi-Strauss se vive como inventario
contingente de instituciones que han de desaparecer y para las que no quedará
siguiera un sujeto de memoria, un arqueólogo de rescate: el mundo comenzó sin
el hombre y acabará sin él. Solo borrachos podemos aceptar la verdad. Vanidad
de vanidades, todo vanidad.
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