El mundo en el que vivimos es inconmensurable (Feyerabend, “Perdiendo el tiempo”, 1994). Con un tono de anarquismo intelectual creciente, el autor relata su vida y la evolución de su pensamiento mostrando cómo siempre están imbricados. Hay en su relato una voluntad de honestidad que permite reconocer errores cometidos en la pasión por afrontar otros errores (su pasional “Contra el método” contiene presuntas verdades tan insostenibles como aquellas a las que quiere combatir). También reconoce los errores más vinculados a la ligereza de la mirada (como el flirteo con las SS motivado por la prestancia de los uniformados). El relato propicia una valoración un tanto gris de aquello que le hizo brillar: su trabajo intelectual y su verbo afilado para la dialéctica y el combate. Frente a ello, en un capítulo final titulado “desvanecimiento”, Feyerabend deja un deseo como testamento: “Suceda lo que suceda, nuestra pequeña familia puede vivir para siempre: Grazina, yo y el amor. Así es como me gustaría que sucediera: que no sobreviviera lo intelectual, sino el amor”.
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