Nos muestra Daniel Barreto (entrevista radiofónica en ECCA, 20 de mayo) que la pregunta “¿para qué sirve la filosofía?” es síntoma de su propia necesidad: debemos precisamente cuestionar el utilitarismo de nuestra actitud vital. Ni Aristóteles ni Hipatia de Alejandría hubieran entendido la pregunta por la utilidad de la misma. Para la filosofía clásica, el pensamiento es constitutivo de la propia realidad humana. De hecho, nuestra vida está llena de filosofía o deja de ser vida. Hacemos filosofía cuando hablamos de economía o de felicidad, del sentido de nuestra labor educativa o del trabajo que hacemos, de la participación en la vida política o el misterio que arroja la investigación espacial. Hacemos filosofía cuando dialogamos sobre los límites de la vida y los comportamientos éticos propios de la medicina o la investigación. La filosofía cuestiona y pregunta. Nos recuerda Daniel Barreto que la filosofía surge del asombro. El asombro apunta siempre al misterio. Caffarena escribe “El enigma y el misterio”: los enigmas pueden resolverse agudizando el ingenio, el misterio no tiene solución, pero cabe pedirle al lenguaje que nos lo muestre.
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