Comienza Morey, su “Foucault y Derrida” (2015) con una descripción del
programa del pensamiento francés del siglo XX:
unir concepto y existencia, una filosofía para la vida, pensamiento y
comportamiento de la mano (incluida la política), recuperar al sujeto y
escribir filosofía como literatura. Dos observaciones a partir de otras
lecturas: la primera es cierta sensación de que tanta literatura pueda reducir
la filosofía a conversación (Rorty) o a una exposición sin rigor
(Sokal-Bricmont): aunque sea sugerente y parezca ayudar al vivir, ¿no devuelve
al ambiente de los sofistas? Por otro lado, a partir de la lectura de
Byung-Chul, en la segunda década del siglo XXI, se puede decir que lo
conseguido es la expulsión de lo distinto, el acento en lo vacío, la
sustitución de lo bello (sublime) por lo pulido (liso) y la bulla del enjambre.
A navegar, diría Bauman.
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