La otredad impulsa a Levinas a pensar más desde la metaética que desde
la metafísica. La otredad acarrea en Derrida una deriva al vacío de la mano de
la deconstrucción. Sin suelo todo es igualmente inválido, todo es igualmente
válido. El Otro es tolerado y el capitalismo imperante se camufla tras la
reivindicación de la tolerancia que permite avanzar en los negocios en medio de
un mundo destrozado. Pero el Otro, por más que lo sometamos a nuestra inercia
líquida, es duro, es sólido: la pena de muerte, el hambre, la enfermedad, la
ablación del clítoris. ¿Es intolerante imponer los derechos humanos como norma
política universal? (Žižeck).
Es el capital el que se beneficia de la tolerancia: los negocios son lo
primero. En medio de nuestra tolerancia, cruzar la frontera y reunirse con la
familia es, para muchas personas, una experiencia imposible.
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