Asegura Žižeck que “vivimos una era que se cree
postideológica”. Esa convicción da alas a los nacionalismos poéticos. Poético
porque muchos escritores de versos lo alientan y justifican. Si no hay
ideología se impone el corazón (otra ideología) y la poesía. “El que no tenga
pan será alimentado por la luz de mi sol”, proclama el carnicero Karadzick y
concluye: “Gente, no hay nada prohibido en mi fe”. El coro de poetas y
poetizas de las patrias nos hace soñar con el paraíso donde las cosas las
decidan los nuestros y sirvan para reforzar nuestras cosas. Las nuestras, no
las de todas y todos. Pero se ofrecen universalmente a condición de que se
hagan de los nuestros. Muchas veces el amor (palabra grande) se invoca en esta
poesía: del amor al pueblo (nuestro) al amor al caudillo (nuestro)… y al final,
la matanza o la asimilación.
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