Antes de
que el fundamentalismo se movilice, pasa, a juicio de Armstrong (“Los
orígenes…”, 2010) por una contracultura. En Irán, ante la imposición moderna
del sha Reza, el chiismo hace de la ciudad de Qom un centro religioso que
introduce la participación del clero en la política. El estado moderno y
socialista de Nasser (Egipto) ve crecer a los Hermanos Musulmanes que controlan
la sociedad desde fuera del estado. Ante el triunfo de los cristianos liberales
en muchas confesiones de EE.UU., nacen universidades y medios que crean hogar
cultural para quienes siguen los cinco fundamentos. El avance del Sionismo y su
racionalidad provoca una subcultura que no acepta la separación de lo sagrado y
lo profano. El temor a la desaparición frente a la racionalidad de la cultura
dominante genera el retorno moderno a los fundamentos.
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