Relata un amigo la escena vivida en un parquecito para criaturas. El pequeño rompe a llorar en mitad de los juegos de forma desconsolada. Al preguntar su madre qué le sucede, el nene señala a una compañerita que ha asegurado solemnemente que el Montjuich no es la montaña más alta del mundo. La mamá viene con el oficio de consolar: “Lo que importa es que si para ti es el más alto, no tienes que preocuparte porque ella diga que es otro el monte más alto”. ¡Manual de autoayuda! Sugiere mi amigo. En nota inicial a “Contra el Método”, Feyerabend indica que al libro le falta la segunda parte: la réplica mordaz con la que Imre Lakatos debería haber dado respuesta. Para Feyerabend la ciencia necesita de cierta lógica anarquista, contrainductiva, y, por tanto, el racionalismo, por muy crítico que se presente, supone una fé en la razón similar a la fe religiosa o política. La lectura de Feyerabend es siempre una invitación a cierto posicionamiento ácrata en la lógica del pensar. Si los heliocentristas se hubieran quedado tranquilos ante lo aparentemente obvio, la Tierra seguiría en el centro y el universo entero daría vueltas en torno a ella.
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