“Soy cristiano”, afirma K, transexual, a la vez que sostiene: “La Iglesia nos ha hecho mucho daño”. En el que, todavía hoy quizás podamos denominar “mundo católico”, la Iglesia como institución es la portadora (más que creadora) de valores y códigos que regulan lo moralmente aceptable de su entorno social. Ese entorno cambia y la Iglesia también. Otros agentes, otras perspectivas erosionan la reificación de valores plenamente conseguida y la hacen arena que se dispersa en el mar. Al caer los valores, por ágil que pueda ser la institución, también ella sufre, se erosiona, se hace arena. Sin embargo, es reclamada como refugio de quienes se resisten a las nuevas propuestas. El mundo LGTBI, el mundo de la diversidad sexual, sigue condenado en contextos no necesariamente eclesiales, sin embargo su presencia ya está provocando una tolerancia pasiva importante (cada cual a lo suyo). Quizás algún día, quizás pronto, su mensaje en positivo: la belleza de la diversidad.
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