La muerte como horizonte de sentido es temática reincidente en los tres últimos libros de Simone de Beauvoir. Así lo refleja Cristina Sánchez (“Del deseo al sexo”, 2016): “La vejez” (1972), “Final de cuentas” (1974) y “La ceremonia del adiós” (1981). La muerte no es un hecho natural, puesto que la participación humana lo hace devenir en cultura. Al hablar de la vejez De Beauvoir se muestra a sí misma. Deconstruye una imagen que culturaliza el avance de los años como “tercera edad” para afirmar que, finalmente, la sociedad contemporánea trata a los “viejos” como a parias. Han pasado casi 50 años de aquel libro y se han hecho numerosos avances en gerontología y nuestra esperanza de vida supera los ochenta años. Pero nuestro imaginario cultural se debate entre el ideal de eterna juventud (envejecimiento activo) y la negación (invisibilidad de la vejez que conduce a la muerte). Observamos a diario la muerte como espectáculo (telediario o teleseries) y ocultamos a la persona envejecida limitando cada vez más nuestro estrecho concepto de vida plena.